1.9.07

Miller y los síndrome de down



Una noticia no tan reciente, pero que El País (firmada por Bárbara Celis) trae a cuento no sé por qué en su edición de hoy, me hizo reflexionar sobre la figura contradictoria de Arthur Miller.
La separación entre su vida y obra son muy evidentes y alcanzan niveles de paradoja. Aunque nació en un entorno de clase media en Nueva York, después de la gran depresión económica, la fábrica de textiles del padre quebró, porque lo que la familia pasó grandes periodos de pobreza. Miller trabajó en empleos inmundos hasta que alcanzó graduarse en la Universidad de Michigan, como periodista.
A pesar de un entorno hostil y de las dificultades que sufrió en la juventud, Miller fue un dandy, como muchos otros escritores del Nuevo periodismo, no por nada contrajo matrimonio con Marilyn Monroe, ni más ni menos.
Hoy los llamamos metrosexuales, y aunque la comparación no es del todo precisa, en esa época los dandy's representaban a estos personajes cultos una personalidad herida por la vanidad y contagiada de los esteriotipos del cine. Miller ocupaba un sitio de privilegio en esa constelación de genios que incluye a Tom Wolfe, Henry Miller, Truman Capote y Norman Mailer, entre otros.
Al paso del tiempo Miller se acostumbró a un ritmo de vida más sosegado y burgués, sin embargo no dejó de levantar la voz contra los abusos de la vida moderna.
En franca oposición con su cine, que mostraba una visión complaciente de Estados Unidos y en la que se manifestaba un claro interés estético por la filmografía pro-yanqui, especialmente en el guión que le escribió a su mujer Vidas rebeldes, es su teatro donde debe verse el mejor talante del escritor neoyorkino, pues ahí completa historias y personajes cuyo principal elemento es la crítica social y política, la abierta denuncia a los valores conservadores que comenzaban a asentarse en la sociedad de su país desde el plano estatal.
Su consagración dramatúrgica se produce en 1949, con La muerte de un viajante, clásico de la dramaturgia mundial en la que denuncia el carácter ilusorio del american dream. En esta tragedia o pieza contemporánea, su protagonista, Willy Loman, un viajante de comercio (vendedor) que creía en el sueño americano, oculta a sus allegados sus continuos fracasos laborales y, tras ser despedido, propicia un accidente con su automóvil para que su familia pudiese cobrar su seguro de vida y su hijo llevara una mejor vida que la suya. La obra fue galardonada con el Premio Pulitzer, con tres Premios Tony y con el de la Crítica de Nueva York.
El escritor Arthur Miller protestó contra la guerra de Vietnam, luchó contra los abusos que su gobierno perpetró contra los comunistas, estuvo siempre del lado de los desfavorecidos, sin embargo repudió a su propio hijo por ser un discapacitado mental.
Ahora cito una parte de la noticia de El País: “según publica la revista Vanity Fair en su número de este mes, el autor de obras universales como Muerte de un viajante tuvo un hijo con síndrome de Down en 1966, fruto de su matrimonio con la fotógrafa Inge Morath, a la que conoció durante el rodaje de Vidas rebeldes cuando aún estaba casado con la protagonista de aquel filme, Marilyn Monroe. Morath tuvo primero una hija, Rebecca Miller, hoy una reconocida cineasta, y luego llegó Daniel, quien cuatro días después de nacer, y pese a la oposición de Inge Morath, sería depositado en un orfanato y eliminado por completo de la vida pública y privada del escritor. "Nunca se ha publicado una fotografía suya, pero quienes conocen a Daniel Miller dicen que se parece a su padre". Así arranca un extenso reportaje de investigación que por primera vez saca a la luz los detalles de la oscura relación entre el escritor y su hijo secreto. Rebecca Miller asegura que Daniel es hoy "parte de la familia", pero nunca lo fue mientras su padre estuvo vivo”.
No me sorprende esta actitud en un Miller que si bien representó un paradigma de resistencia y combate para una generación, también fue un ególatra y orgulloso escritor que durante una década – la de los ochentas especialmente – fue acusado de moralista por un teatro al que ya le había perdido la pista. Algunas de sus obras estaban en el pasado y sacó mucho (demasiado, dicen algunos) provecho de su matrimonio con la estrella de cine Monroe.
Las contradicciones de un dramaturgo en Nueva York, no faltará el que titule así una obra biográfica sobre este autor que, a pesar de sí mismo, vive genial en su teatro.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

todos losd dramaturgos son así de hijos de puta... Bahh, no te creas, algunos ya nacen down...

Anónimo dijo...

Que tío más contradictorio, en fin de éstos estais llenos en vuestro arte...

Saluditos...

Franco

Sv Alteza dijo...

lalarí lalará