Cuando uno comienza a viajar, aunque sea desde la letra impresa, surca mares y aborda aeronaves o buques en la grafía de autores varios, imagina, supongo que por lo menos una vez, su propio viaje iniciático. El viaje que abra las puertas del mundo, que divida el mapa en dos, que suponga un antes y un después.
Yo tuve la suerte de seguir mi pequeño viaje de iniciación en España.
La iniciación, según algunos catálogos sufíes, nunca termina. Me siento (no soy el único) muy agradecido con la Fundación Antonio Gala por darme nueve meses de tranquilidad, comida en el plato, internet y la oportunidad de conocer a personas estupendas. Cuando solicité la beca, como muchas de las cosas que he pedido últimamente, no había otra razón más que la pura sobrevivencia, el instinto que te obliga a querer comer todos los días, dos y hasta tres veces por día.
¿Qué le retribuyo a la Fundación, a la sociedad andaluza, cordobesa, española? Supongo que muy poco, o nada. Pero escribí teatro, mi oficio desde hace unos años y con eso basta.
La iniciación, según algunos catálogos sufíes, nunca termina. Me siento (no soy el único) muy agradecido con la Fundación Antonio Gala por darme nueve meses de tranquilidad, comida en el plato, internet y la oportunidad de conocer a personas estupendas. Cuando solicité la beca, como muchas de las cosas que he pedido últimamente, no había otra razón más que la pura sobrevivencia, el instinto que te obliga a querer comer todos los días, dos y hasta tres veces por día.
¿Qué le retribuyo a la Fundación, a la sociedad andaluza, cordobesa, española? Supongo que muy poco, o nada. Pero escribí teatro, mi oficio desde hace unos años y con eso basta.
En cantidad diré que entrego varias obras, de tamaños y estructuras diversas, algunos proyectos artísticos con otros compañeros de generación, haciendo ver que la fecundación cruzada de la que habla Antonio Gala es posible, algunas notas sobre crítica literaria, y finalmente un gran dolor en la espalda por estar recargado varias horas al día frente al ordenador.
Escribir teatro es un oficio poco grato, yo diría que hasta de mal gusto. Todos quieren ser poetas o novelistas, algunos hasta teóricos, pero ser dramaturgo deviene en automática insignificancia. Salvo excepciones brillantes, la tarea dramática está sepultada bajo años de mediocridad en lengua castellana. La dramaturgia se separa, cada vez más, del canon literario, por su parte el teatro (con los dramaturgos incluidos) se vuelve un espacio agreste, donde sólo caben unos cuantos.
Consciente de que soy un escritor mediocre elegí el género dramático para poder obtener becas como ésta y acceder también a algunos premios. He tenido buena suerte, no lo niego. Ojalá que existan más espacios para la promoción del arte dramático desde la escritura, de lo contrario estamos condenados a ver a la dramaturgia como una pieza más de un probable museo literario de reliquias, además yo me quedaré sin trabajo.
En fin, que el recuento obliga a la nostalgia. Y ustedes disculpen, es común ponerse sentimental. Sólo diré que voy a extrañar enteramente el último año de mi vida. A Aixa no la voy a echar de menos (ya se sabe), pero voy a extrañar especialmente a Cristina Nuñez Pereira, Laura Romera, Sofía Castaño, Belén Cobaleda García Bernalt, y Raúl Valero, a los actores de El gancho teatro, a Javi y Antonio, a don Rafael Dorado además de a la ciudad de Córdoba, particularmente un par de bares céntricos y algunos rituales que se hicieron hábitos de becario.
Escribir teatro es un oficio poco grato, yo diría que hasta de mal gusto. Todos quieren ser poetas o novelistas, algunos hasta teóricos, pero ser dramaturgo deviene en automática insignificancia. Salvo excepciones brillantes, la tarea dramática está sepultada bajo años de mediocridad en lengua castellana. La dramaturgia se separa, cada vez más, del canon literario, por su parte el teatro (con los dramaturgos incluidos) se vuelve un espacio agreste, donde sólo caben unos cuantos.
Consciente de que soy un escritor mediocre elegí el género dramático para poder obtener becas como ésta y acceder también a algunos premios. He tenido buena suerte, no lo niego. Ojalá que existan más espacios para la promoción del arte dramático desde la escritura, de lo contrario estamos condenados a ver a la dramaturgia como una pieza más de un probable museo literario de reliquias, además yo me quedaré sin trabajo.
En fin, que el recuento obliga a la nostalgia. Y ustedes disculpen, es común ponerse sentimental. Sólo diré que voy a extrañar enteramente el último año de mi vida. A Aixa no la voy a echar de menos (ya se sabe), pero voy a extrañar especialmente a Cristina Nuñez Pereira, Laura Romera, Sofía Castaño, Belén Cobaleda García Bernalt, y Raúl Valero, a los actores de El gancho teatro, a Javi y Antonio, a don Rafael Dorado además de a la ciudad de Córdoba, particularmente un par de bares céntricos y algunos rituales que se hicieron hábitos de becario.
Al final, ya se ha dicho, sólo queda la gente, y al parecer eso es justamente el drama.
A todos gracias por estos nueve meses.
A todos gracias por estos nueve meses.