El juego democrático está presente en las obras de arte desde que unos entusiastas griegos lo subieran a la escena de las ideas. Con sus altibajos, la democracia ha estado presente en el teatro, solapada o manifiestamente para recordarnos que hasta ahora es la menos mala de las formas de gobierno.
Detesto a los antidemócratas porque me recuerdan a mí mismo de adolescente. Pensaba que el mundo era susceptible de cambio si yo me lo proponía, es decir, con mi voluntad bastaba. Los detesto aún más porque a pesar de odiar el régimen, de no votar y de tener una actitud abúlica sí reciben todos los beneficios que la lenta democracia les provee. Los detesto también porque algunos ni impuestos pagan.
A más de uno le diría que se fuera a vivir a uno de los múltiples países que no cuentan con régimen democrático. Después, claro está, siguen los que confunden democracia con el sufragio, o con las condiciones electorales que son evidentemente uno de los asuntos por mejorar en la democracia de todo el mundo.
En fin, cada vez que veo una obra dramática que habla sobre la democracia, y especialmente en los países de América Latina me pregunto cómo se conformó el elenco, quién eligió la obra, quién paga los derechos, honorarios y el mantenimiento de esa producción. ¿Por qué esa y no otra? ¿Por qué ese director y no otro? ¿Por qué se muestra en esta sala y no en la siguiente?
Si se trata de teatro público o favorecido por el Estado es evidente que debemos pedir cuentas, como ciudadanos, no sólo a la puesta en escena, sino a la multitud de mecanismos que hicieron posible la presentación del espectáculo.
He visto a muchos escritores de teatro poner en la balanza de sus textos la fragilidad de la democracia contemporánea. He visto a directores, actores y escenográfos quejarse por tal o cual condición política de su país, del presente o el pasado y dejarlo ver en la puesta en escena. Pero en el fondo, el teatro hispanoamericano es básicamente antidemocrático.
Especialmente en su modo de operación. Seguimos sin saber cómo se eligen las obras que gozan de los grandes presupuestos, los funcionarios acceden a los puestos de control del arte escénico sin preparación y por recomendación política, los festivales responden a intereses mezquinos, la critica está soterrada para que el nivel de las producciones no se verifique, el público ya ni acude a la salas, pero da igual porque de todos modos no nos interesa lo que opine, sino lo que el Estado me subvencione para que yo diga que en mi país, región o cuidad no hay democracia, o luz eléctrica, o agua potable.
Al respecto, se habla recientemente que en Ciudad de México, en el famoso CUT (el centro de formación teatral más activo del país) se presenta para ser directora una mujer cuya carrera artística es formidable, pero como funcionaria no ha conseguido los mejores resultados. Se trata de Mónica Raya, una diseñadora escénica de fama mundial que sin embargo durante su gestión en el teatro de
Personalmente la estimo y admiro su trabajo, pero no soy yo quién debe decidir el destino de la dirección del CUT. Esa tarea es de los alumnos, de los maestros y de la colectividad que ha formado durante años el espacio de formación teatral mejor estructurado del país. Mi opinión no cuenta, porque ni estudio, ni estudié ahí, ni soy docente ni nada.
Pero no serán los afectados del CUT los que opinen sobre su próximo director, será un oscuro funcionario, detrás de su escritorio; una pena.
México D. F., a 23 de enero del 2008
DOCTOR JOSÉ NARRO ROBLES
Rector de
P r e s e n t e
Los abajo firmantes, exalumnos del Centro Universitario de Teatro y miembros de la comunidad teatral, queremos manifestar que, como es de su conocimiento, el CUT es parte fundamental de la historia teatral de nuestro país. Muchos de quienes integramos esta comunidad somos egresados de esta escuela y queremos externarle nuestro profundo desacuerdo con el hecho de que sea designado como Director del CUT cualquier persona ajena a la trayectoria e incuestionable tradición que sustentan los 45 años de formación de artistas conscientes y comprometidos con su entorno político, social y artístico.
Por ello, y ante el creciente rumor sobre la designación de
Confiamos
Atentamente
Egresados del Centro Universitario de Teatro y Miembros de
C.c.p. Mto. Sealtiel Alatriste, Coordinador de Difusión Cultural.
2 comentarios:
Yo detesto la actitud conformista de los que defienden la democracia por ser "el menos malo" de los sistemas, votan al "menos malo" de los partidos y encima boicotean a los que al menos se resisten a vivir en un sistema electoral de medias tintas. Es menos malo, por ejemplo, que en España,con la democracia, torturen a los presos 24 horas en vez de ser tiroteados como en el franquismo. Es menos malo, luego lo defendemos.
Con actitudes así, vamos de cabeza.
Enrique,
Me encantó tu artículo sobre James George Frazer que apareció en el último número de Replicante. Felicidades! Seguramente tendremos la oportunidad en nuestras conversaciones de comentar su metodología en relación con las nuestras.
Estoy de acuerdo contigo en cuanto a los derechos que tienen los egresados y la comunidad del Centro Universitario de Teatro de la UNAM para decidir en cuanto a sus administradores, pero me parece que muchas veces la democracia, aun en las artes, acompaña una ideología de mercado. El eje principal de estas dos ideologías es el voto individual, tanto cuando voy a comprar mis pantalones de mezclilla, tanto cuando pago mi billete por una función de teatro, tanto cuando voy a las urnas electorales. De acuerdo con la rhetorica democrática, me parece que cada vez más los programas culturales de gobierno se recortan, se privatizan, o se manejan de acuerdo con una lógica de empresa. Será que esta es la mejor forma de promover la cultura?
Un abrazo,
Alberto
Publicar un comentario