Cada vez estoy más convencido de que la mayor parte de los shakespeares high concept (deconstrucciones innecesarias, ambientaciones dementes, podas excesivas del texto, coloquialidad farfullante) son ya el pasado: efímera carne de festivales, puro maquillaje de la impericia. Lo verdaderamente "moderno" (y lo más difícil) sería inventar ahora una suerte de neoclasicismo: montajes limpios, claros, completos y sin esos "valores añadidos" que sólo alimentan el ego del nuevo genio de turno.
En Shakespeare todo está dentro: basta calentar adecuadamente el carbón, como decía Brook, para que te caliente o te queme las manos y el alma.
Londres sigue marcando la tendencia a seguir. Acabo de ver allí dos espectáculos magistrales, desbordantes de talento y sentido común, de ganas de comunicar: Much ado about nothing, en el National, y Othello, en la Donmar Warehouse.
Marcos Ordoñez.
Babelia.