Para los que tenemos y hemos tenido “animales de compañía”, mascotas o familiares peludos, enanos y perezosos, sabemos que la prohibición de las corridas de toros en Cataluña significa un paso adelante en el reconocimiento de estos seres vivos como parte de una sociedad en la cual no sólo caben los homínidos, donde si bien no tienen derechos de protección plenos, por lo menos no seguirán siendo ridiculizados y vejados en plazas públicas en nombre del supuesto arte. Desde luego tenía que ser la comunidad autónoma más avanzada y civilizada de la península Ibérica la que dio un paso adelante.
El jardín civilizatorio está por encima de las tradiciones salvajes donde se hace apología de la barbarie. Ha triunfado el argumento científico – los toros tienen sistema nervioso como el nuestro – y la cultura articulada en función del continuo testimonio de autodeterminación de los pueblos, donde las leyes están en función del tiempo histórico y no de absurdas pleitesías al pasado.
El jardín civilizatorio está por encima de las tradiciones salvajes donde se hace apología de la barbarie. Ha triunfado el argumento científico – los toros tienen sistema nervioso como el nuestro – y la cultura articulada en función del continuo testimonio de autodeterminación de los pueblos, donde las leyes están en función del tiempo histórico y no de absurdas pleitesías al pasado.