Voy a recomendar un #libro.
Se llama Modelos animales (Ed. Salto de Página, España, 2015) y llegó por
correo postal la semana pasada. Lo escribió Aixa de la Cruz, mi mejor
amiga, así que no puedo ser crítico, sino complaciente y agradecido. Además, el
primer relato de los siete que constituyen el libro está dedicado o
inspirado en mí; a saber dice la cuarta de forros: "Una dramaturga
desarrolla una obsesión enfermiza con la actriz que interpreta el papel
principal de su obra". La acción ocurre
en Montréal, ciudad en la que viví casi después de conocer a Aixa y
habla de teatro, narraturgia, un gato, la fascinación ante la ciencia. En la Fundación Antonio #Gala para Jovénes Creadores en #Córdoba
conocí a esta escritora bilbaína (pequeña, con voz de dibujo animado,
algo radical y excelente bebedora), de hecho era mi vecina, su
habitación estaba al lado de la mía y escuchaba desde el insomnio cómo
subía el volumen de Loquillo
para inspirarse al escribir y cuando necesitábamos decirnos algo (estoy
hablando de un tiempo anterior al whatsapp, incluso al smartphone)
arrojábamos un zapato contra la pared. Era la más joven de nuestra
promoción y hoy puedo asegurar que la más talentosa. Qué ojo tuvo el
viejo Gala con esta niña apenas mayor de edad a quien su madre obligó a
enviar un dossier para entrar en la FAG.
Nerd disfrazada de niña
punk, euskalduna universal, hemos sido cómplices inumerables veces y
quizá me conoce tan a fondo que hasta se atreve a resumirme en un #personaje.
Debe ser la mujer en el mundo que más consejos me ha dado y a quien
recurro siempre en caso contingencia emocial, ergo, dispone de mucho
material para convertirme en ficción y no dudo que lo siga haciendo.
Si quieren leer a una de las escritoras
más importantes de la primera mitad de este siglo en nuestra lengua,
antes de que sea (más) famosa, compren Modelos animales (hacen envíos a
bajo costo a todo el mundo desde la página web de la editorial). #Literatura
de la buena, perturbadora y experimental sin llegar a ser
indescifrable, auténtica de un modo generoso con el lector,
especialmente desde la voz (y lenguaje) de la autora que está presente
en los cuentos, como si los personajes no estuvieran ajenos a su
cotidianidad, sino de un modo asequible, los reuniera en torno a la
barra de un bar a relatar historias que nunca son trepidantes porque
forman parte de un catálogo de versiones más o menos familiares,
crónicas de la intimidad emocional que acompaña con guiños a sus
obsesiones y contexto cultural; el conflicto vasco, los testigos de Jehová,
gatos (animales en general), el rock, la alimentación como problema, la tortura, la soledad y
el mundo anglosajón idealizado. Eso que llaman estilo, aquí en pleno
esplendor.
Leed, que no hace daño.
Leed, que no hace daño.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario