27.3.20

Réquiem por Sául Bautista

Estoy muy enojado con Saúl Bautista, acá Saúl Frontera. Realmente molesto con su muerte.
Uno va a trabajar a ciertas ciudades, por ejemplo a mí me tocó estar un par de semanas en #Mexicali el año pasado y así se conocen a personas entrañables que te muestran la ciudad, te llevan a sus cantinas, te comparten esos lugares secretos y fascinantes donde se prodigan las charlas y corren las horas entre anécdotas y proyectos artísticos. Son como amores de verano, intensos y llenos de promesas de futuro. “Tú me visitas, yo regresaré, nos escribimos, no te pierdas”.
No me acuerdo por qué el año pasado había un problema con los cajeros automáticos en todo el país y no había manera de obtener efectivo en Mexicali. Saúl y yo recorrimos la ciudad en su destartalado coche - en el que ahora pienso, se mató la noche del domingo - buscando dinero hasta que nos dejaron hacer un retiro en un Seven. “Hay que sacar para varios días“ dijimos previsores y esa misma noche nos pulimos todo en compañía de personas igualmente entrañables, en un tour que incluyó un karaoke extrañísimo en un edificio de oficinas gubernamentales que por la noche convierte sus pasillos en un bar improvisado (cosas de Mexicali), algunos lugares posmodernos del centro de la ciudad y un primer bar en el que una amiga ponía música mientras él planificaba la retirada “a un lugar menos hipster”.
La noche terminaría con Miguel Angel F. Chon y Vladimir buscando en la guantera de su coche un recibo de luz para encontrar la dirección a donde irse a dormir (esa historia les corresponde a ellos).
Así conocí a Saúl a cierta profundidad, con quien mantuve comunicación. Marxista embelesado con los oropeles del capitalismo, crítico de las instituciones pero curioso de la vida artística a su amparo, prejuicioso y acaso resentido por la falta de oportunidades pero generoso y solidario en especial cuando aparecía la noche. El Ulises Lima del teatro chicanilla, el actor que se propuso hacer una obra solamente con una nariz de clown y la obra además le quedó bien y era un retrato de sus preocupaciones (Esta es la madre del asalariado), quien no podía dedicar el tiempo suficiente a sus proyectos artísticos porque era un profesor puntilloso y su lucidez se limitaba al magisterio, porque una vez terminadas sus horas de enseñanza vivía “sin timón y en el delirio”.
Estoy enojado con él porque su juventud e inteligencia merecían brillar aún más en esa ciudad cuyas cosas están hechas de sol. Nos faltaron más tragos, más cantinas surrealistas del centro, más discusiones de clase social. Y más montajes de Fronterizo teatro, su joven compañía. Y unos libros también que nos robamos en su maletín oscuro de profesor y habíamos quedado, este año, de vernos para repartir. Quédatelos todos pinche Saúl, aunque estoy seguro que el infierno tiene bibliotecas y caguamas y elotes asados como los del centro de tu amada ciudad, para mí siempre será Mexicali de Saúl Bautista.