Si bien ahora de México se habla, fotografía y escribe sólo como el paraíso ganado por los virus y las bacterias, también hay teatro (por ahora clausurado) en ese país casi perpetuamente enmascarado.
El teatro en México es una tradición que crece y que pronto tendrá un par de siglos de historia verdadera que habrá que evaluar, más allá de efemérides chovinistas o patrioteras para conocer el estado actual del teatro mexicano, su evolución, su exégesis, figuras y diletantes; sus deudas posibles y muy especialmente la pendiente profesionalización en todos los sentidos, desde la creación y renovación de públicos hasta la vida productiva de sus artistas.
En fin, en ese sentido, también hay una Compañía Nacional de Teatro. Cuestionada, cómo no, especialmente porque no parece existir una idea clara del tejido social, cultural y artístico que reclama una compañía de alcance "nacional". ¿Es necesario un grupo así? ¿Para qué, para quiénes, por cuánto tiempo, con qué dinero y sobre todo cuál es el discurso artístico primordial que privará en el seno de tan noble institución? En México “nacional” significa que ocurre en la capital del país, en español –hay 57 lenguas cooficiales en el país, pero a nadie importa– y con un alcance mediático reducido a los tres o cuatro barrios cultos de la metrópoli.
Preguntas sin respuesta arroja la CNT, además de dos espectáculos que, al parecer, no han cambiado en nada la forma en que se hace teatro en el país, más de lo mismo. Lo anterior ha sido mucho mejor planteado en la reciente columna del crítico Noé Morales Muñoz en La Jornada semanal.
Me cuesta escribir sobre Noé porque pertenecemos, al parecer, a una generación de teatreros afín y nos hemos contagiado preocupaciones sobre el quehacer escénico mexicano que podrían empañar una visión serena de fenómenos culturales que nos atañen generacionalmente. Pero su trabajo, es decir, su escritura como crítico teatral escapa a consideraciones personales. Es evidente que Noé se ha convertido en el crítico de teatro mexicano más destacado, más comprometido con el lenguaje del drama contemporáneo y especialmente con la reflexión del arte teatral desde un punto de vista que va más allá de la reseña periodística, para muestra hay que leer su textos a principio de año (en el mismo suplemento de la Jornada Semanal) sobre “ensayar sobre teatro”.
Ahora Noé Morales traza un imbatible texto sobre la Compañía Nacional de Teatro que comanda Luis de Tavira. Una primera de dos partes.
Quizá Noé Morales, para nosotros sus lectores, se había quedado al margen de disputas sobre política cultural y teatral, y con razón, pues se siente más cómodo enjuiciando montajes o cimentando ideas sobre el teatro en general desde su lustrosa columna, con un extenso horizonte bibliográfico de por medio; sin embargo, no podía quedarse ajeno a la gran disputa de la CNT en México y muy especialmente al repaso de la figura totémica que la perpetra. Leed.
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