No me gusta mucho el cine. A veces me parece, más que un arte, un ejercicio de disputas comerciales a mitad de un pueril proceso artístico en el que destacan, casi siempre, intérpretes menores y directores que repiten sus hallazgos hasta el paroxismo, el cine vive del "estilo" del director, ver la película de un genio es, casi siempre, ver todas. El cine pocas veces se reinventa en lo cotidiano, hallar en él un tratamiento más allá de lo anecdótico para establecer lazos emocionales con los debates humanos; pocas veces profundiza y no interactúa con la crisis de forma/contenido; la puesta en duda de la realidad: generalmente, el cine es la prostituta lujosa de la superficialidad. Porque mucho del cine, comercial o experimental, ofrece historias "extraordinarias", personajes inverosímiles y "sucesos" avasallantes, pero se olvida de hablar de igual a igual con el espectador. Al contrario del teatro, que casi siempre es una asamblea, es decir, un ejercicio de voluntades políticas, un diálogo entre iguales.
En fin, al respecto me encuentro una crítica de cine acerca de una película de Lars Von Trier, o más bien un panfleto de crítica cinematográfica, del tipo terrorista, bastante simplón y con pocos argumentos. No es novedad, deben existir una decena de blogs y notas por el estilo al día, no me sorprende;Sin embargo, esta vez se trata del director de información cultural de El País. ¡El periódico progresista en España!, uno de los más leídos en nuestra lengua, y para qué negarlo, el primer referente de información de arte y cultura para muchos artistas y espectadores.
Borja Hermoso nos ofrece su más sincero conservadurismo, firmando una nota pobremente escrita y sumida en prejuicios. Esto explica por qué la sección de cultura de El País tiende cada vez más a despreciar al arte contemporáneo, al experimental, para quedarse en el seguro sitio del entretenimiento; la opinión de Hermoso refleja algo más que sus propios accidentes formativos o su escaso aparato crítico, desvela definitivamente que en España - espero que todavía no en América Latina - arte equivale a ocio, a entretenimiento, a matar el tiempo, arte que no divierte es soberbia; vamos por nuestro cinturón de castidad artística.